El presidente de la Nación, Javier Milei, se dio vuelta en el aire y ahora quiere convencernos de que no licuaron salarios y jubilaciones.
Milei miente y no es la primera vez, pero como cualquier víctima de engaño en el inicio de un fatídico romance, algunos deciden creerle cuanta palabra diga por no buscar más hondo. Otros elijen hacer de cuenta que “aquí no ha pasado nada”, para sostener una relación absolutamente desigual, pretendiendo retrasar el inevitable fracaso. Pero la realidad, lo quieran o no, habla por sí sola.
El presidente de la Nación, Javier Milei, habló en Cadena Nacional con un mensaje leído de corrido, o mejor dicho a las corridas, que no dio ninguna solución a los argentinos, pero que le sirvió para aplaudirse solo y bendecir a su gabinete económico al que calificó de héroes. No pasó mucho, para que al “número uno” de ese equipo, Luis Caputo, lo insultaran y escracharan en la vía pública, tanto en Estados Unidos como en la puerta de Casa Rosada.
El jefe de Estado sabe que de héroes no tienen nada y que apenas sirvieron para poder anunciar un superávit financiero, que, hasta el momento, no trajo ningún beneficio a quienes padecen el ajuste.
Como ya lo hizo en entrevistas a lo largo de su campaña electoral, Milei miente. Al periodista Alejandro Fantino no dudó en asegurarle que ya contaba con los fondos para la dolarización, también con la destrucción del Banco Central y a cara de Conan, prometió que no aumentaría las tarifas de los servicios públicos hasta enderezar la economía y que la gente lo pueda pagar. No hace falta ahondar mucho en esto, el difícilmente engañable bolsillo de los argentinos sabe que Milei miente.
De la misma forma, dijo descaradamente que “los sueldos estarían por los cielos”, tal vez lo que intentaba decir es que los sueldos estarían en “las fuerzas del cielo”, haciendo referencia al aumento que recibió su hermana Karina o el de su ladero, Manuel Adorni, aún no lo sabemos.
Así, en la última Cadena Nacional no hubo un cambio de rumbo. Javier Milei no tuvo mejor idea que decir: “Por primera vez en mucho tiempo no se le traslada el costo del ajuste a toda la población argentina, sino solamente aquellos que fueron beneficiados por el modelo empobrecedor del pasado”. Cosa imposible de creer, como que pagaría la casta.
Los trabajadores, con una fuerte pérdida en el poder adquisitivo durante el Gobierno de Alberto Fernández, al igual que los jubilados, son quienes más están sufriendo el inhumano ajuste de los libertarios, y no la “casta política” a la que prometió exterminar. Lejos de eso, seguimos viendo funcionarios ligados a gestiones anteriores y/o políticos opositores, desfilar en cargos y puestos estratégicos.
El superávit fiscal de 0,2% del PBI, que festejó Milei, lo logró recortando a jubilados, eliminando la obra pública, llevando las boletas de luz y gas a niveles casi impagables y licuando salarios públicos.
Para peor, a Milei no se le ocurrió mejor idea que aferrarse a un discurso de Martínez de Oz y casi lo parafraseó citando una inflación anual del 15.000%, se ahorró un 2.000% de lo que decía hace más de 40 años el ministro de Economía de la dictadura cívico-militar que vaticinaba un 17.000%.
Como broche de oro, el jefe de Estado se burló un poco más de los trabajadores. El líder libertario habló de una supuesta “recomposición de los salarios reales”, asegurando que ya empezó. La realidad es que la caída del poder adquisitivo experimenta picos exagerados mientras la línea de pobreza, para una familia tipo, se fija en 800 mil pesos. Aun cuando seas de los que confían en la medición del INDEC, resulta insólito dar por cierto el pronóstico del libertario y, en rigor de verdad, fueron ellos mismos quienes ordenaron no homologar ninguna paritaria que supere la inflación.
¿Cuál de todas es la mentira?
Otra de las cosas que dejó dudando a propios y ajenos tiene que ver con una fuerte contradicción. En su mensaje del lunes 22, el presidente de la Nación sostuvo que el logro del superávit financiero “responde a la motosierra” y negó tajantemente que sea producto de la “licuación del gasto público”.
Al igual que con la dolarización o el verso de las tarifas de servicios públicos, el economista que se hace llamar “doctor” sin serlo, había dicho textualmente en febrero que “la licuadora y la motosierra no se negocian”. Una de las dos no es cierta, y lo cierto es que Milei miente.
La desvergüenza que caracteriza a un ser despreciable como es milei nos pone en un sitio hasta de vergüenza ajena toda vez que se pone en el sitio de comunicar y de vergüenza propia por haber permitido que éste esquizoide nos conduzca.
El Universo nos ampare.