¿Qué se puede esperar del burro, más que una patada?
Colaboración especial por Maxi Ro.
Dos materias aprobadas. Las autoridades de SAETA insisten en su exigencia a los alumnos de la UNSa, para mantener el derecho al boleto estudiantil. Todo ocurre en medio de la crisis económica nacional autoproducida. El boleto estudiantil tiene un costo menor y no una gratuidad total, como tienen las fuerzas de seguridad. La exigencia académica desde SAETA de tener materias aprobadas para sostener el subsidio atenta directamente contra el derecho constitucional a ser porro, y no poder aprobar siquiera esas dos materias.
El mensaje sostenido por los eventuales administradores de la cosa pública es absolutamente discriminatorio, y apenas una mueca del populismo de derecha que intentan explotar en 2025. El boleto estudiantil debe ser sostenido para quien concurre a clases, y no para quien solo aprueba materias. El argumento es tan cruel como permitir a un alumno libre -que aprobó las materias- sostener el boleto estudiantil, aunque no concurra a clases. En cambio, le quita la posibilidad al alumno que no aprueba, pese a ir todos los días a clases.
En favor de la medida, los funcionarios provinciales que manejan la empresa, argumentan que deben reducir costos y que algunos alumnos no cursan, pese a que la gran mayoría si lo hace. La decisión tomada por el titular de la firma estatal, Claudio Morh, es abala por el ministro Ricardo Villada, pese a que en su espíritu desalienta la posibilidad de educarse para muchos jóvenes salteños. Sobre todo, porque la medida no se anuncia ni se piensa para impulsar la aprobación de materias, por parte de los alumnos. Los mismos funcionarios lo dicen sin rubor: la medida busca recortar dinero en el balance general (ajuste).
Es evidente el perfil ideológico de la dupla provincial. Se busca recortar en el boleto estudiantil, cuando se le aplicó un incremento del 400% al boleto básico, tornando muy difícil ir a trabajar a la población salteña. La imposición administrativa de aprobar dos materias para sostener el boleto estudiantil que utilizan los hijos de Salta, bien autoriza una pregunta: ¿y en SAETA, cuantas materias aprobadas tiene quien maneja la nuestra?
Es más que evidente que estos funcionarios no pueden imponer la aprobación de materias, como condición para apoyar a los estudiantes universitarios. El concepto mismo del beneficio va más allá de los resultados académicos. No puede ser la aprobación de materias un indicador de regularidad del alumno. Mucho menos que esta imposición salga de la empresa de transporte, puesto que ni la misma casa de altos estudios podría cercenar un derecho general, sujetándolo a la aprobación de materias en tiempo determinado.
No hace falta profundizar en la barbárica idea que el gerente de una empresa pública se arrogue la evaluación de los alumnos universitarios. Y la pregunta se repite: ¿Cuantas materias aprobadas tienen los que manejan SAETA? ¿Los que manejan nuestro sistema de colectivos y nuestro dinero, fueron a la Universidad?
Bien puede ocurrir que un brillante futuro ingeniero no aprobara dos materias, por la sencilla razón de perder a un ser querido en el semestre. Por ende, la imposición de aprobar materias se percibe injusta y hasta desubicada. En la superficie la medida vende ante la sociedad menos instruida, como otras ideas de corte fachopopulista, tales como baja de imputabilidad, servicio militar obligatorio, etc. El problema está en el fondo. Convertir un derecho general, que busca elevar el nivel educativo de nuestra sociedad (lo que produce crecimiento económico), en un mero beneficio canjeable. En el fondo la medida afecta a los más vulnerables, imponiéndoles obligaciones que hasta ayer no tenían, y en si misma encierra otra expresión de un ajuste sin sentido, aplicado por los ricos de Salta a los pobres de Salta.
Para sacarle la tarjeta a los vivos, que solo se anotan en la UNSa para tener un boleto reducido, bien se puede aplicar un pedido mensual al rectorado sobre la lista de alumnos beneficiados, si cursan o no. El famoso certificado de regularidad. Certificar la regularidad no solo debe ser un trámite de acceso a la tarjeta. La mensualización de ese control soluciona el problema de los vivos que parecen poner en riesgo el millonario presupuesto de SAETA. Sin embargo, la cuestión académica de los alumnos debe ser solo materia de análisis de los profesores y decanos de la Universidad. El boleto estudiantil nace en la noche de los lápices, en La Plata. Así de potente es el tema abordado, por los recortadores del pueblo. El boleto estudiantil debe ser asunto de la regularidad, y no de disposiciones mediocres y facistoides, de quienes –encima- no saben lo que es subir a un colectivo. Y volviendo a la pregunta ¿tendrían materias aprobadas para mostrar, los que conducen la empresa estatal?
SAETA es parte de lo que hoy que se conoce como “la nuestra”. Es agresivo para todos que el mismo gobierno que debe proteger al ciudadano y apoyarlo, se torne en una expresión patética y conceptual de lo que sentimos que está mal. El solo hecho de imponer medidas restrictivas, cuando la gente apenas puede pagar el boleto, transforma a una empresa pública que funcionó bien, en un ente local de la motosierra y la deshumanización violenta que vive el país. El querer limitar el derecho a fracasar en clases, atenta directamente contra el espíritu de la educación para todos. Atenta contra la Justicia Social, solo por unos pesos. Pero además emite un pésimo mensaje subliminal a la comunidad. Solo sirve quien lo logra.
Hace dos mil años un filósofo nos enseñó, algo que parecen no aprender: “Admira a quien lo intenta, aunque fracase”.
Así habló Séneca. El señor fue referente del estoicismo, base del pensamiento cristiano. Por supuesto que para conocer esa filosofía tan pura y bella hay que ir a la universidad, aunque no se apruebe ninguna materia.